“¿Qué es la verdad? ¿Qué no es la verdad?
No está en las palabras que dices.
Está en la forma en que sostienes la vida dentro de ti.
Está en tu forma de ser.
Tanto si eres un gusano rastrero como un gran ser humano,
cuando el sol sale en la mañana, los ilumina a ambos, nos ilumina a todos.
Quien quiera abra los ojos, dispone de su luz para ver.
De modo que la naturaleza esencial de la vida lo incluye todo. Ésta es la verdad.
si te sientas aquí, en quietud y en silencio, absolutamente incluyendo todo,
estás en contacto con la verdad.
Si estás en contacto con la Verdad, no puede haber sufrimiento en ti.
Es tan simple como eso.”
Sadhguru
El sentido de entrenar con la respiración, de enseñar este tipo de protocolos, es que los seres humanos restablezcamos nuestros patrones disfuncionales de respiración, y recuperemos nuestra forma natural, nuestra condición normal de respirar, que significa nuestra condición normal de vivir, nuestra forma natural de vivir.
Y nuestra respiración natural, con la que nacimos o la que traemos de fábrica, es una respiración que ocurre sin ningún tipo de esfuerzo y que se ajusta perfecta y naturalmente a las demandas metabólicas del cuerpo en el instante, manteniendo la química óptima de todo el organismo, para que este pueda responder y reaccionar adecuada y eficientemente a las situaciones o circunstancias del momento.
Pero el grave problema que padecemos actualmente la gran mayoría de seres humanos, es que, desde nuestra temprana infancia, adquirimos o aprendemos de forma inconsciente, malos hábitos respiratorios que interfieren permanentemente con nuestra respiración natural, afectando y distorsionando de forma crónica nuestra química, de la que dependen directamente nuestras emociones y pensamientos, o sea, la forma en la que nos sentimos.
Y uno de esos malos hábitos, que impacta negativamente no solo nuestra respiración y nuestra química, si no toda nuestra vida, es ASPIRAR.
El cuerpo humano está diseñado principalmente para espirar, para exhalar, no para aspirar, para inhalar. Y esa es la forma en la que respiramos cuando nacemos y en nuestros primeros meses y si somos afortunados, en nuestros primeros años: simplemente espiramos. Lo demás ocurre por añadidura.
En algún momento de nuestra primera infancia, a causa del miedo de nuestros ancestros, representado plena y totalmente en la madre (madre no hay sino una… ¡Afortunadamente!), que es un miedo derivado de la necesidad de mantenerse vivo y mantener a las crías vivas en un mundo aparentemente hostil, bloquear el diafragma y los músculos del abdomen – los principales músculos de la respiración que son los que se encargan de espirar, de sacar el aire usado del cuerpo para que entre nuevo aire – se nos vuelve un hábito.
Y así, sin darnos cuenta, de forma inconsciente, producto de todo el amor y las buenas intenciones de nuestros padres, de la familia, la sociedad y la cultura, terminamos convertidos en ASPIRANTES.
¿Por qué?
Porque terminamos utilizando única y exclusivamente los músculos auxiliares de la respiración, los intercostales, los escalenos los romboides y el esternocleidomastoideo, que están ubicados todos en la caja torácica, en el pecho y que solo deberían activarse en caso de emergencia o peligro.
Y a diferencia de los músculos principales de la respiración, los auxiliares requieren de esfuerzo para hacer entrar el aire al cuerpo.
¿Qué es aspirar, que significa?…
Aspirar, según el diccionario, además de atraer o succionar el aire a los pulmones, también significa pretender o intentar conseguir algo que se desea, o sea:
anhelar, desear, soñar, esperar, aguardar, empeñarse, ambicionar, proyectar, proponerse, apetecer, afanarse, ansiar, apasionarse, inclinarse, querer, codiciar…
Todo eso significa HACER.
Esas son la mayoría de las cosas y “valores” sobre los que, sin darnos cuenta, terminamos cimentando nuestra vida, y para “lograrlas” se requiere estar en modo lucha. En MODO HACER permanente.
Y este modo, es una respuesta o reacción de nuestro sistema nervioso simpático – una rama del sistema nervioso autónomo (automático) – el sistema de protección y alarma, de sobrevivencia de nuestro cuerpo, el que nos pone automáticamente en modo, lucha o huida o congelación, las tres reacciones básicas de supervivencia.
Se activa en las denominadas situaciones E:
Escape, Estrés o Emergencia.
Este sistema siempre te quiere acelerar, siempre quiere aumentar tu frecuencia cardiaca y siempre está buscando emergencias, porque su función es mantenerte a salvo. Y para poder cumplir con esa función, consume mucha energía.
Aspirar, inhalar, aumenta la frecuencia cardiaca y la actividad de la mente, los pensamientos, o sea, activa nuestro sistema nervioso simpático, nuestro sistema de alarma.
Espirar, exhalar, por el contrario, activa la otra rama del sistema nervioso autónomo, el parasimpático, que siempre busca desacelerarnos y bajar nuestra frecuencia cardiaca, o sea mantenernos calmados, y relajados, para poder ahorrar y conservar toda la energía que pueda y poder así realizar el trabajo que tiene a cargo: optimizar todos los sistemas del cuerpo: sistema inmune, sistema circulatorio, sistema digestivo, sistema respiratorio, sistema endocrino, etc, etc.
Además de optimizar todo nuestro organismo, es el sistema encargado de las billones de funciones inconscientes que están ocurriendo en este instante en tu cuerpo y en el mío, y con las que no tenemos nada que ver desde el punto de vista consciente. Sobre las que tu no decides. En pocas palabras, el sistema encargado de optimizar tu vida.
Aspirar es el acto de inhalar, de succionar y absorber aire… Es un acto de esfuerzo, de chuparle a la vida a ver si sale... Y ese acto inconsciente, terminamos transfiriéndolo a casi todas nuestras acciones. Y así, La Vida, que no es un esfuerzo, que no es algo que se hace si no que surge, simplemente ES, termina convertida para nosotros los humanos, supuestamente los más listos e inteligentes, en una lucha y un esfuerzo incesante.
Una lucha y un esfuerzo incesante sólo significan SUFRIMIENTO.
Porque chupar, succionar que es la otra función que traemos con nosotros al nacer y que tan bien hacemos en ese momento de la vida en el que somos absolutamente dependientes, ( que por cierto, además de cumplir la función de poder ingerir el alimento secundario – porque el primero y primordial es el aire – fortalece y acondiciona todos nuestros músculos maxilares simplemente para que nuestras vías aéreas superiores se amplíen y podamos respirar mejor) más adelante en la vida, se nos vuelve un acto compensatorio cada que aparece el miedo.
Y cuando aparece el miedo, por ínfimo que sea, más “aspiramos”, más hacemos y más nos esforzamos… y paradójicamente, mientras más chupamos, menos nos sale. Y como no podemos dar de lo que no tenemos, o mejor, solo se puede dar de lo que se tiene, lo único que terminamos generando y produciendo es sufrimiento, para nosotros, para los demás y para nuestro entorno, para el planeta entero. Solo basta con darle una mirada al mundo que hemos creado.
Detrás de toda “aspiración” lo único que hay es un hambre, una pobreza, una carencia… una gran necesidad de recibir.
No importa lo que logremos o alcancemos con esa “aspiración”, no importa cuánto nos llenemos, los pulmones de aire, los bolsillos de dinero, el cuerpo de belleza, el cerebro de inteligencia o la mente de poder y de experiencias, igual estamos en un lamentable estado de miseria, porque sencillamente estamos en desequilibrio.
Cuando somos “ASPIRANTES”, aspiramos desde el miedo, desde la carencia, desde la creencia y aspiramos más de lo que nuestro metabolismo requiere en el instante, porque siempre aspiramos a más.
Y así, alteramos y distorsionamos de forma crónica, sin querer y sin saber, toda la química de nuestro cuerpo, de la que dependen directamente nuestras emociones y pensamientos, o sea, la forma en la que nos sentimos, LA FORMA EN QUE VIVIMOS.
Alteramos y caotizamos nuestro mundo básico, nuestro territorio primordial: nuestro cuerpo, el lugar donde transcurre, experimentamos y vivenciamos absolutamente toda nuestra vida.
Somos “ASPIRANTES” cuando vivimos centrados exclusivamente en nuestras aspiraciones, en aspirar, centrados en el logro, en conseguir, en absorber, en consumir cosas y experiencias, porque pensamos que ahí está el sentido de la vida, y corremos detrás de eso desesperadamente.
Nuestra “aspiración” y todas nuestras “aspiraciones”, son sin darnos cuenta, un acto de sobrevivencia, un mero reflejo inconsciente de miedo que resulta de una sensación de carencia… y desde ahí, nunca hay o jamás será suficiente.
Despertar a nuestra verdadera naturaleza, a nuestra condición normal es simplemente volver a nuestra respiración normal y natural. Una respiración motivada por la confianza y no por el miedo. Desaparece el miedo y aparece la confianza o mejor dicho, el miedo ocupa el lugar que le corresponde, el de ser un mecanismo de protección de la vida y no un obstáculo para la vida.
Así que el propósito de este entrenamiento, de este tipo de práctica, es restablecer nuestra naturaleza original, la naturaleza del cosmos en nosotros, la naturaleza de la vida en nosotros, esa que se expresa por todas partes tanto en todo nuestro cuerpo como en el universo entero.
Esa naturaleza de la cual estamos desconectados, estamos bloqueados… esa increíble sinfonía de la vida en la cual los humanos somos los únicos seres que estamos totalmente desafinados de esa frecuencia, de esa sintonía.
Entonces ¿Qué es lo que realmente necesitamos?
Necesitamos volver al equilibrio, recuperar nuestra espiración, poder realmente exhalar, soltar. Aspirar es el espíritu de provecho. Espirar es el Espíritu de desapego.
EXPIRAR significa morir, dar el último aliento. ESPIRAR es morir al miedo, y nacer de nuevo a la confianza, a la plena confianza en la vida.
Y ahí es donde realmente ocurre el Espíritu de no Provecho, MUSHOTOKU, del que hablan los maestros ZEN, es un punto justo entre el dar y el recibir, un punto justo entre la quietud y la acción, un punto justo entre el vivir y el morir… El punto justo de la vida, el punto justo del Ser.
Para que esto surja, nos tenemos que vaciar, dejar que el aire salga, completa y totalmente sin miedo, con entrega, con la confianza total de que estamos en este regazo amoroso de la vida, de este gran Cosmos, que sin hacer nada y sin ningún esfuerzo de nuestra parte – tan solo el que implica espirar, soltar, dejar de HACER para poder SER – nos devolverá o nos entregará la siguiente aspiración. una aspiración real porque corresponde a lo que realmente necesitamos, el aire justo que nuestro metabolismo requiere en el momento, en el instante… ni más ni menos.
Y esa es la única aspiración real, la aspiración a nuestra divinidad, a lo que realmente somos, a lo que significa SER, estar en un verdadero estado meditativo, estar en unión con el todo, ser la totalidad de todas las cosas…. Respirar con el Universo entero, dejando que La Vida Cósmica respire y se exprese en nosotros.
Y para eso lo único indispensable es no hacer NADA, dejar de hacer, dejar de luchar… Convertirnos en SERES humanos, y expresar la divinidad en nosotros.
Por eso no se nos llama HACERES humanos. Mientras solo estemos en modo lucha, en modo hacer, mientras solo operemos con esa parte de nuestro sistema nervioso, con ese procesador, mientras solo sea esa nuestra forma primordial de procesar la vida, a lo único que podemos “aspirar” es a una INFRAHUMANIDAD. A ser, por mucho que hagamos y logremos, menos que cualquier otra especie que habita el planeta.
Alguien que deja de aspirar y de expirar para que el universo respire en él, es un verdadero ser humano, ha dejado de ser un aspirante, ha puesto en su lugar su parte animal, la que solo sobrevive, para dar paso a su divinidad.
Y eso se refleja totalmente en la forma como ese Ser Humano respira, en la forma cómo armoniza su cuerpo, cada músculo de su respiración, cada célula que se alimenta de esa aspiración, de esa espiración, de esa vida y muerte que ocurre a cada instante, a cada momento…
Respirar es la mayor de las ceremonias. Ceremonia significa SER ARMONÍA, armonizar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones: armonizarnos con el universo entero.
Deja de ser “aspirante”…
Aspirante a millonario, aspirante a lindo, a importante, a poderoso, a espiritual, a ser amado, a ser especial, a ser exitoso… ¡Deja de ser aspirante a ser feliz!
Deja de aspirar a tener un PRECIO (¡o a pagarlo!) para poder descubrir o sentir el VALOR de la vida.
Thich Nhat Hanh dijo: “La gente cree que caminar sobre el agua es un milagro, pero yo digo que caminar tranquila y pacíficamente en La Tierra es el verdadero milagro”.
Así que solo suelta, relájate, cálmate, detente… SIÉNTATE Y SIÉNTETE… deja de luchar y confía. Permite que la vida te respire…
Y deja que la inmensidad de la vida cósmica se exprese en ti.